La corbata celeste

Por Hugo Wast

Dos hombres de la misma sangre que rivalizan por una mujer, tres mujeres que suspiran por el mismo hombre. Pasiones humanas que se entrecruzan con las pasiones políticas en una Buenos Aires aldeana y violenta, en la que domina la figura del Restaurador, amada por unos, odiada por otros, temida por todos. En las calles enlodadas o polvorientas, según la estación, el rojo tiñe uniformemente la indumentaria, los adornos, los portales de las viviendas. Los palos de las naves inglesas y francesas que bloquean la ciudad se recortan en el horizonte del río, y con su apoyo los enemigos del gobierno arman en las afueras sus ejércitos. La Mazorca impiadosa amenaza con su macabro “violín y violón”, pero los conspiradores se mueven con sigilo. Y en la discreta penumbra de un cuarto apartado, una mano enamorada borda una corbata celeste.

Apoyándose en múltiples intrigas, esta novela traza un vívido cuadro de la sociedad y las costumbres porteñas de mediados del siglo XIX. La crítica le ha colgado rutinariamente al autor las etiquetas de nacionalista y católico, que lo fue, pero que no alcanzan para describir su literatura. Quienes lo lean aquí por primera vez se van a llevar una sorpresa: la figura de Juan Manuel de Rosas, mostrada en la intimidad de su poder, recibe un tratamiento riguroso que incluye sus luces y sus sombras. Pero la manera como la sociedad se allanó a su poder y le rindió pleitesía resulta fustigada sin reparo alguno, e incluso con mayor dureza respecto de sus estamentos encumbrados, como el clero, la milicia y las familias poderosas. De la escena pública de la época, sólo una figura presente en este relato emerge por encima de todo reproche: Manuelita Rosas, la hija del caudillo federal.

Hugo Wast (Gustavo Adolfo Martínez Zuviría, 1883-1962) fue un narrador argentino inmensamente popular hasta la década de 1960, cuando los enemigos de sus simpatías políticas literalmente lo borraron de la escena. Para entonces había escrito unas cuarenta novelas, cuyas ventas sumaban varios millones de ejemplares, y de las cuales una media docena había sido llevada al cine. Entre sus títulos más populares figuran Flor de durazno (1911), que en su versión cinematográfica permitió el debut como actor de Carlos Gardel, La casa de los cuervos (1916), Valle negro (1918), La que no perdonó (1923), Pata de zorra (1924), Desierto de piedra (1925), y El camino de las llamas (1930). Su obra no estuvo libre de polémicas, especialmente a propósito de sus novelas de 1935 El kahal y Oro, que agotaron decenas de ediciones, y en las que describe una imaginaria conspiración judía mundial; en 1942, volvió a irritar a sus detractores con Juana Tabor y 666, ficciones de tono apocalíptico en las que el sionismo se une al comunismo para precipitar el fin de los tiempos.


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