Amarillo

Por Carlos Somigliana

Esta pieza teatral de tema romano se centra en la figura de Cayo Graco, el menor de los dos hijos de Cornelia que, al alcanzar la dignidad de tribunos, procuraron introducir amplias reformas para aliviar las tensiones sociales que amenazaban la continuidad de la República. A pesar de pertenecer a la encumbrada familia de los Escipiones, ambos jóvenes enfrentaron la férrea oposición de los intereses creados de la época. Tiberio Graco murió asesinado; Cayo, al verse perdido, se hizo matar por un esclavo, y la República sucumbió para dar paso al Imperio. Aunque varias situaciones y personajes aquí presentados se corresponden con los de la realidad, no estamos ante una obra histórica, sino ante una reflexión escénica sobre el poder político y económico, y el conflicto entre quienes pretenden distribuirlo con mayor equidad y quienes defienden sus privilegios. Intrigas y traiciones entre los poderosos, ignorancia y volubilidad entre la plebe, amenazan los intentos reformistas. Por detrás se agitan pasiones humanas que la imaginación de Cayo Graco colorea con desprecio, y contra las que previene inútilmente a sus seguidores.

Amarillo, escrita en 1959 y estrenada seis años después, fue la primer obra del argentino Carlos Somigliana (1932-1987), y para algunos críticos la más lograda. En todo caso, sorprende por su eficacia dramática, por el preciso mecanismo que anima la historia, por la habilidad para poner en escena alternativamente los ámbitos privado y público, por la sugestiva insinuación de los movimientos de masas, representados o evocados por unos pocos personajes. También es notable el manejo del lenguaje, que define el tono “elevado” de la pieza sin desbordar hacia lo pretencioso o pintoresco. El autor sólo volvería a encarar de lleno un tema histórico dos décadas más tarde, con Historia de una estatua (1983), que gira en torno de la figura de Juan Lavalle, aunque esta vez tratado con el distanciamiento y la ironía que caracterizó a buena parte de su producción. Otras piezas suyas, como De la navegación (1969) o El nuevo mundo (1981) se ubican en períodos históricos distantes o presentan personajes históricos en contextos extraños con la intención de acentuar el efecto de distancia o extrañamiento, cosa que no ocurre en ésta, su opera prima.

Somigliana perteneció a la generación de dramaturgos porteños que se hizo conocer en la década de 1960. Compartió con los autores de su época la voluntad de indagar en la problemática de una sociedad oscuramente consciente de su incapacidad para hacerse cargo de su tiempo y su destino, pero se mantuvo a distancia de cualquier facilismo interpretativo.


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