La doncella prodigiosa

Por Alberto de Zavalía

La compleja intersección de lo humano y lo divino que está en el corazón de la fe cristiana estremeció las vidas de los hombres y mujeres envueltos en esa experiencia extrema, quienes sólo poco a poco, y no sin dolor, fueron descubriendo su lugar en el plan de Dios. Esta obra pone en escena en sus tres estaciones la pasión de María, figura central de ese acontecimiento singular. Primero, como la joven y atribulada esposa que no entiende por qué no puede consumar su matrimonio con un hombre al que ama; luego como la madre primeriza preocupada por el abrigo, nutrición y protección del recién nacido; finalmente como la mujer adulta que asiste desconsolada a la tortura y muerte de su hijo, momento definitivo en el que reconoce y acepta el papel asignado por el designio divino.

Como observó el crítico Atilio Betti, el autor supo “incluir en la santidad de María los atributos de su femineidad, con tacto no exento de audacia, con exquisitez y en proceso de ascendente dramatismo.” Esa misma gradación se advierte en su preparación para el dolor: “Sé que estoy llena de lágrimas”, reconoce ella misma antes de la anunciación de Gabriel; “Una espada te atravesará el alma”, le advierte Simeón en el momento más dichoso de su maternidad. Y también hay progreso en su comprensión de sí misma: desde el desesperado “Dime quién soy. Dime quién soy” con el que interpela a Dios en su perplejidad inicial, pasa al sencillo “Madre dichosa” que le basta para describirse luego del nacimiento, y al dolorosamente lúcido “He aquí la esclava del Señor” con el que se desprende finalmente de su humanidad para ascender a la condición divina.

Alberto de Zavalía (1911-1988) es uno de los grandes nombres de la época de oro del cine argentino, como director, productor y guionista. Poco se conoce sin embargo su labor de dramaturgo, apartada del costumbrismo cultivado por la mayoría de sus contemporáneos y más concentrada en temas relacionados con la condición humana y la trascendencia religiosa. Su producción incluye títulos como La espada, El corazón extraviado, Un hijo pródigo, El octavo día y El límite, obra que funde el mito de Antígona con la historia de Marco Avellaneda, un caracterizado tucumano (como la familia de Zavalía) degollado durante las guerras civiles por su oposición al rosismo.

Por su lenguaje, su estructura dramática y su dinámica escénica, La doncella prodigiosa (1961) es una de las obras mayores del teatro argentino; con ella se inauguró el ambicioso Teatro General San Martín de la ciudad de Buenos Aires. Al describirla como un misterio cuyos cuadros componen un retablo, el autor la emparenta con el drama litúrgico medieval católico. El texto que aquí presentamos reproduce con algunas modificaciones la edición original: se han suprimido ciertas mayúsculas mayestáticas y para las citas de las Escrituras se ha preferido la versión más moderna y filológicamente cuidada conocida como Biblia de Jerusalén.


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