La guerra al malón

Por Manuel Prado

Desgastada por las guerras civiles y escasa en población, la Argentina del siglo XIX enfrentaba serios problemas para asegurar su control político sobre los territorios heredados de España. Para empeorar las cosas, una masiva y reciente invasión indígena procedente del Arauco chileno había dominado y diezmado a las tribus nativas, y hostigaba permanentemente todo intento de establecer poblaciones y fincas más allá de un radio de 400 o 500 kilómetros al sudoeste de Buenos Aires. Los malones caían como un azote sobre ellas, robaban ganado por miles de cabezas que llevaban a Chile en arreos a través de la Cordillera, mataban o tomaban cautivos, e incendiaban lo que quedaba en pie. Con inmensas llanuras a su disposición, el país no podía cultivar su propio trigo y se veía obligado a importar harina… de Chile.

Cuando la nación argentina finalmente logró darse una Constitución y ordenar sus instituciones, sucesivos gobiernos enfrentaron el problema de la frontera con el salvaje, pero todas las soluciones ensayadas fueron defensivas y ninguna logró proteger el florecimiento de la vida civil. Hasta que hacia fines de la década de 1870 el general Julio A. Roca, genial organizador de la Argentina moderna que por entonces era ministro de guerra, decidió pasar a la ofensiva con una operación militar bien planeada y ejecutada, que aseguró el dominio argentino sobre sus territorios de la Pampa y la Patagonia.

Manuel Prado (1863-1932) tenía once años cuando ingresó al Colegio Militar y catorce cuando fue destinado al Regimiento 3º de Caballería de Línea, el famoso “3 de fierro” al mando del legendario coronel Conrado Villegas, milicia de fronteras que pronto se integró a la campaña de Roca. A pesar de su juventud, supo tomar buena nota de lo que el destino había puesto ante sus ojos. Después de tres décadas en las filas del ejército, del que se retiró con el grado de teniente coronel, se dedicó a evocar y poner por escrito, con destreza que deja ver la influencia de su amigo Roberto J. Payró, aquellos vibrantes episodios de los que había sido testigo y protagonista.

La guerra al malón (1907) puede leerse hoy como un apasionante relato épico, o como una crónica sobre el heroísmo de las milicias de frontera y las privaciones con las que lidiaron para cumplir con su deber, sobre la oportuna, rápida y eficaz operación conducida por Roca para asegurar el control del Estado argentino sobre la Patagonia, y sobre el despojo sufrido posteriormente por sus soldados, que legítima y legalmente habían ganado con su esfuerzo las tierras conquistadas. Pero sobre todo puede leerse este libro como el testimonio de un hombre de armas, porque en cada página asoman los sentimientos de camaradería, honor y orgullo militar. Es llamativo, en ese sentido, que el autor no emplee su grado formal al firmar, y prefiera describirse como comandante.


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4 pensamientos en “La guerra al malón”

  1. Estoy tratando de entender la tan discutida legitimidad de la lucha con las comunidades aborígenes que poblaban esa región

  2. Estoy muy intersado en saber más sobre el enfrentamiento entre los originarios y la población inmigrante en nuestro país.

  3. He leído este excelente libro hace muchos años, y deseo releerlo.
    Me parece muy claro y fidedigno.

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