Totó el bueno

Por Cesare Zavattini

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Totó el bueno cuenta la historia de un personaje casi angélico, de cómo llega a convertirse en líder y benefactor de los humildes, de cómo los humildes abusan de él y en definitiva lo traicionan, y de cómo el propio protagonista acaba por traicionarse a sí mismo, abandonado a una molicie de la que sólo lo arranca un oportuno coscorrón. La aventura de Totó comporta una reflexión amarga y escéptica sobre la condición humana y la suerte de la bondad en el mundo.

El autor ofrece este libro como un relato para chicos y asegura que fue escrito pensando en sus propios hijos, con la idea de ganarlos como lectores. Pero se trata de una excusa, probablemente encaminada a despistar a los censores. El cuento aquí contado se venía gestando desde mucho antes de ser publicado, más precisamente desde un argumento cinematográfico titulado “Demos a todos un caballito de madera”, escrito en 1938. Nunca llegó a filmarse, por los obstáculos de la censura fascista primero, y por el estallido de la guerra después. Pero dio lugar a Totó el bueno, publicado originalmente en 1943 en el semanario italiano Tempo. La historia de Totó llegaría finalmente a la pantalla en 1951, narrada por Vittorio de Sica con tonos mucho más optimistas (había terminado la guerra, había caído el fascismo), en esa joya cinematográfica llamada Milagro en Milán.

Cesare Zavattini (1902-1989) fue el guionista por excelencia del llamado neorrealismo italiano. Unas ochenta películas, entre cuyos directores figuran los mayores nombres de la era de oro del cine peninsular, llevan su firma. Se le deben además innumerables guiones de historietas, cómicas y de aventuras, y libros como Hablemos mucho de mí (1931), Los pobres están locos (1937), Soy el diablo (1941), y Straparole (1967). Predomina en Zavattini esa manera típicamente italiana de mirar la vida, implacable pero al mismo tiempo piadosa con las debilidades humanas, que apela al humor para mantener la distancia. Manera que tan bien sintoniza con el lenguaje cinematográfico de Charles Chaplin, otra influencia decisiva en la estética de este autor.

El éxito de Milagro en Milán provocó la aparición casi inmediata de traducciones al castellano de Totó el bueno: en los números 1 y 2 de la Revista Española de Madrid apareció en 1953 una versión de Rafael Sánchez Ferlosio; al año siguiente la editorial La Isla, de Buenos Aires, publicó otra firmada por Lido Monti que, considerablemente revisada, ha servido de base a esta edición digital.


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